jueves, 30 de mayo de 2013

Diálogo absurdo

- Me he vuelto alérgico a la gente. Sí, puede sonar extraño, pero yo no he decidido como avanzaba la cosa. A mis cuarenta años, y fíjate, será verdad lo de que a medida que envejeces es más fácil enfermar. Además, déjame que te cuente, no soy un alérgico convencional,de los que se alejan del problema o toman antiestamínicos. A diferencia de estos primeros, yo puedo convivir con la causa de mi tormento, de hecho lo hago cada día. Seguramente pensarás que estoy como una puta cabra, y puede que no te falte razón. Pero es que esto lo han creado los años, compañero, no me he levantado hoy con el día cruzado.
Me empecé a dar cuenta de mi problema cuando vi que de tanto repartir, se me había olvidado en qué armarios de las casas ajenas había dejado el amor, y se me había acabado todo. Probablemente lo metí en el bote que ponía "para siempre", y ellos mismos se encargaron de tirarlo a la basura cuando salí por la puerta. Intenté recuperarlo, pero nada. Ni rastro en ningún sitio. Fue entonces cuando vi que era alérgico; no porque las personas me creasen rechazo, sino porque era incapaz de quererlas. Era así de simple, una enfermedad de cero dependencia. No te mentíré, al principio lo pasé mal. Era un poco frustrante pensar que no volvería a entender un abrazo, un beso, o que no sabría diferenciar entre follar y hacer el amor, aunque con el tiempo también logré acostumbrarme a ello. Los primeros síntomas fueron la apatía, el desinterés, la incredulidad y el desencanto general, aunque no me pienses ahora como un ser triste, que he encontrado mis métodos para contentarme yo solo.

- Tu despecho habla por ti, y es más gris que las nubes de arriba. Eso es imposible. Puedes decirme que no has encontrado a nadie que sepa motivarte, pero eso de la alergia... vamos, cuéntaselo a otro.

- Todos reaccionáis así, porque nunca tenéis valor de dar el cien en todo lo que vais haciendo. Siempre os queda algo por cobardía, no porque sea infinito. Y si no acabas de creerme, pruébalo. Entrégate. Solo necesitas un primer amor fallido, un par de amistades traidoras y algo de cuero en la piel para que pueda curtirse.


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