miércoles, 28 de abril de 2010


Por un momento se ahogaba. Cada uno de sus dedos quería contar una de las mil sensaciones que recorrían su piel pero no podía. No pasaba su tren, no llegaba la gota que colmase el vaso. Ni si quiera su mejor amigo el folio tenía suficiente fuerza como para soportar todas sus confidencias, todas las lágrimas qe guardaba desde tiempo atrás. Jamás había suficiente angustia, jamás tenía suficiente como para hablar.
Miraba en su interior y no encontraba nada. Solamente veía resquicios, pequeños pedacitos de cicatrices que sabía que no llegarían a cerrarse, encontró la soga que ataba su cuello y de vez en cuando la mantenía en pié.
No tenía de que quejarse. Tenía una buena vida. La rodeaba gente, tenía un chico que la quería. Tansolo le faltaba el aire, y no sabía si era por escasez de espacio o porque estaba completamente vacía. Ya no sentía nada. Cada paso que daba era igual que el anterior, se torciese o no el camino. Se convirtió en un corazón de cristal. Tan frágil y a la vez tan duro...
Pero nadie se dió cuenta, pues su sonrisa jamás se marchitó. Tansolo cuando nadie la oía, le susurraba al viento que quería escaparse. Les contaba a pequeños pedazos de papel cuánto ansiaba encontrar a alguien que pudiese encontrar su ahogado llanto tras la alegría de sus cantares, a alguien que le enseñase a afinar las notas de su guitarra, pues nadie puede tocar con cuerdas rotas...

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