lunes, 22 de marzo de 2010

Una mirada al frente y una amplia sonrisa no implican necesariamente seguridad. Tampoco fortaleza. Muchas veces detrás de ellas se esconden pequeños duendes, millones de ellos, melodías encantadas y almas en pena que buscan cariño por doquier sin recibir esa muestra que necesitan. En realidad esas personas no piden tanto. Tansolo un abrazo o un te quiero que salga de lo más hondo del corazón.
Una ilusión por cada detalle, un duende que le haga cosquillas en la oreja mientras otro te acaricie el pelo antes de marcharte a dormir y susurre en tu oído que eres la princesa más bonita que jamás pudo ver.
Pero no es así, pasan los años y nos olvidamos de nuestros duendes, de los de los demás. De tanta agua que hemos tragado y no hemos querido escupir hemos ahogado a todos los duendes y esa dulce melodía ha pasado a ser el susurro de un vendaval que se lleva tus sueños como las hojas secas de un árbol en otoño.
Y así se queda todo, nos empeñamos en buscar un culpable, una solución y un final feliz. La culpa en realidad es nuestra, no por el hecho de olvidarnos de los duendes o de los sueños, sino por olvidar que somos personas, y a parte de ser carne y hueso, también somos sentimientos, millones de ellos que duelen cada vez que van muriendo...
Pero jamás el recuerdo de ellos ni de las sonrisas, se irá el recuerdo pero no vosotros... a pesar de que hace tiempo que no veo pasear más que un cuerpo y una cara conocidos por el bulevard de los sueños rotos, mientras se queman los recuerdos de lo no vivido, y depacio esa camilla blanca se va apoderando de los últimos pensamientos. Hasta que se quede con una última palabra, con la última mirada, el último sentimiento.
Por mi parte siempre será amor.
Aitite,amama, maite zaitut

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